
"Tengo la satisfacción de anunciar que se ha acordado dotar el fondo contra el hambre con 20.000 millones de dólares", anunció el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en la conferencia de prensa que puso el colofón a tres días de cumbre en la ciudad italiana, asolada por un terremoto hace tres meses.
El compromiso, que se bautizó como Iniciativa de L'Aquila para la Seguridad Alimentaria, llegó tras la última de las reuniones ampliadas que han caracterizado esta cita del G-8. En esta ocasión, a las discusiones sobre cómo reducir el número de personas que sufren malnutrición, se sumaron las grandes economías emergentes, varios países europeos y asiáticos que no están en el G-8, como España, y representantes de ocho gobiernos africanos.
El grueso del nuevo fondo correrá a cargo del G-8 y de los países europeos que se añadieron a la cita del club de los más ricos, aunque muy pocos concretaron su aportación. La satisfacción de Berlusconi estaba justificada. No sólo porque la cumbre italiana tuvo éxito allí donde se fracasó en 2008. También porque, como resaltó el subdirector general del Programa Mundial de Alimentos (ONU), Staffan de Mistura, el fondo se amplió de 15.000 a 20.000 millones de dólares "con un acuerdo de último minuto". La ONU cree que la intensa crisis económica empujará el hambre extrema a 100 millones de personas más este año, hasta superar los 1.000 millones de afectados. O lo que es lo mismo, una de cada seis personas en el mundo.
La propuesta de crear un fondo de 15.000 millones fue promovida por el presidente de EE UU, Barack Obama, desde el inicio de la cumbre. Y al empeño de Obama se debe en buena parte que tuviera éxito en una actitud opuesta a la que mantuvo hace un año George W. Bush. La mano norteamericana también se aprecia en la filosofía del nuevo plan, que dará prioridad a subvencionar inversiones a pequeña escala que permitan a los agricultores de los países más pobres mantener y ampliar sus cultivos.
Por: Génesis Morales
Fuente: AFP
Publicar un comentario